sábado, 11 de febrero de 2012


Me moría de ganas de romper el hielo, de decirle “si, me gustas”. Porque pude haber congelado el momento en el que me miraba a los ojos, y vivir en ese instante por siempre. Por fuera era una más, pero me derretía por dentro y no tener el valor de habérselo dicho desde la primera vez, me condenaba día con día. Mi cabeza tenía razón, tal vez no lo conocía lo suficiente, pero mi corazón pensaba “¿y eso que?”.
Tal vez suene absurdo, pero él me encanta y aunque no quiera sentirme de esa manera… ¡diablos! es que él lo hace tan bien, sabe como llegar a mí de una manera en la que él no es consciente. Pero esta vez no me ilusionaré, esta vez no me haré ideas tontas, no; porque al final las cosas suelen pasar de la manera en la que menos me esperaba, de la manera en la que más me lastiman.
Las cosas ahora tendrán que ser de la manera en la que odio que sean, en silencio. No decirle, no comentarle, no hacer nada para que me note, porque en fin, él ni se lo imaginaría. Es mejor tomar distancia, es mejor idealizarlo, es mejor sonreirle como todas las demás, porque aún no lo sabe, porque probablemente jamás lo sepa. Dios, podría haber tenido días tan hermosos con el, podría haberlo hecho feliz de tantas maneras inigualables, pero no.
Probablemente parezca la niña mas tonta del planeta, pero sabes, ya me canse de expresarle a las personas lo que siento, porque casi siempre oyen pero no escuchan; no digo que el sea uno más, pero creo que no le importaría.
Si, acabo de suspirar y prefiero guardarme esto que tener que pasar por malos momentos.

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